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Las mujeres cuentan

Alejandra Quiroz Hernández – 8 de marzo de 2017

La literatura infantil y juvenil se abreva de la participación de las mujeres que escriben, leen y transmiten historias. A través del tiempo, muchas mujeres nos han nutrido la imaginación y estimulado la empatía pero sus contribuciones no son consideradas en la historia oficial.

La memoria se nutre de las primeras voces que nos arrullaron. La voz materna es protagonista de los cuidados y la crianza. En su afán por consolarnos, inventan historias que nos cobijan el corazón. Puede ser que el primer cuento que escuchamos sea el de nuestro nacimiento. Entonces advertimos que somos importantes, que nacer es el primer paso en la construcción de una vida que cuenta.

Sin el entorno maternante, la civilización no sería posible. Si no hubiera una extensa red de mujeres que juega con la palabra amor en sus más diversas manifestaciones, no tendríamos historias que contar. Aunque sabemos que cuidar no es la única participación de las mujeres en la sociedad es una tarea fundamental, a menudo menospreciada. Este 8 de marzo, millones de mujeres hacen huelga de cuidados para advertir, aunque sea por un momento, lo relevante que son para nuestras comunidades.

Queremos honrar la participación de las mujeres en la literatura, con los perfiles de dos grandes escritoras: Beatrix Potter y Astrid Lindgren.

Beatrix Potter

Beatrix Potter (1866 – 1943)

Aunque la desigualdad persiste en nuestros días, vale recordar que antes las cosas eran mucho más complicadas para las mujeres. El victorianismo tardío no dejó de oprimirlas y restringir derechos. Beatrix Potter fue una de tantas mujeres cuyas oportunidades para estudiar eran limitadas. Fue un privilegio haber sido educada por Annie Moore, su institutriz.

Beatrix creció en contacto con la naturaleza, lo que le permitió estudiar el reino fungi. Sus acuarelas y estudios sobre el tema la convirtieron en una referencia en el mundo de la micología hasta el día de hoy. Sin embargo, en su tiempo, sus estudios fueron despreciados por haber sido realizados por una mujer. Aunque demoraron mucho, la Sociedad Linneana de Londres extendió una disculpa póstuma por el sexismo del que fue víctima.

Su relación con los libros comenzó muy temprano en su vida. Aunque disfrutó la literatura, se concentró en observar minuciosamente las ilustraciones de los libros que leía. Así fue como comenzó a desarrollar su propio estilo.

Nunca perdió contacto con su institutriz y fue justo a uno de sus hijos, Noel, a quien contó, en una carta, la historia de cuatro conejitos muy simpáticos. Años más tarde retomó la historia y comenzó a ilustrarla. La envió a algunas editoriales que la rechazaron por razones de extensión y tipo de ilustración. Decidida a compartirla, Potter imprimió una edición de 250 ejemplares para repartir entre sus amistades. Más tarde, Frederick Warne & Co. se animó a publicarla y en menos de dos años se imprimieron más de 55 mil ejemplares. En total publicó 23 historias en un formato pequeño y adorable.

Astrid Lindgren

Astrid Lindgren (1907 – 2002)

Tenemos, por ejemplo, el caso de Astrid Lindgren, célebre escritora sueca cuya memoria se honra con uno de los premios más prestigiosos de la literatura infantil: el Astrid Lindgren Memorial Award.

Adentrarse en la biografía de Astrid Lindgren, célebre escritora sueca cuya memoria se honra con uno de los premios más prestigiosos de la literatura infantil: el Astrid Lindgren Memorial Award, produce asombro. Fue, en definitiva, una mujer que desafió las convenciones de su época, un poco por convicción propia y otro tanto por las circunstancias de vida. Con tan sólo 19 años de edad, Astrid rechazó una propuesta de matrimonio y tomó las riendas de su vida haciendo frente a un embarazo que implicó numerosos sacrificios. A fin de cuentas, hizo frente a la adversidad para poder criar a sus dos hijos sin depender económica ni emocionalmente de un hombre. Su tenacidad la hizo lanzar una exitosa carrera como escritora para niños y niñas.

Ilustración de Ingrid Vang Nyman para Pippi Långstrump.

Resulta inesperado de dónde salen las grandes historias. En el caso de Pippi Calzaslargas, todo comenzó cuando Karin, hija de Astrid, le dijo: “Cuéntame la historia de Pippi Långstrump”, y así le inventó una serie de aventuras que, más tarde, serían publicadas en tres libros. Más tarde llegaron otras series con distintos protagonistas aunque todos ellos configuraban un nuevo modo de ser para la infancia.

Además, denunció el maltrato infantil en todos los medios posibles. Su voz resonó en los corazones de dos pequeños que escaparon de su hogar adoptivo en Berlín para pedir asilo a Lindgren. Sorprendida, Lindgren intervino para asegurar que los niños tendrían un mejor tratamiento en su lugar de origen.

Tareas pendientes

En fechas recientes, el mundo editorial ha impulsado la publicación de biografías ilustradas de mujeres importantes en la historia de la humanidad. Aunque es importante divulgar la vida y obra de mujeres que inspiran, también es necesario abrir oportunidades para que haya más historias que den cuenta de la vida de las niñas y las mujeres.

Chimamanda Ngozi Adichie advierte los peligros de la historia única: aquella que narra un solo modo de ser, a menudo el correspondiente a la cultura blanca dominante. Esta autora nigeriana revela que durante mucho tiempo, las historias que creaba repetían las características de las historias británicas que solía leer. Debido a la poca disponibilidad de libros africanos, tardó mucho tiempo en advertir que su propia historia también era relevante, que hablar de su país y su cultura posibilitaría otras narrativas.

Sabemos que la vida es un cuento que se cuenta muchas veces. La tarea editorial debe dar cuenta de las vidas de niñas y mujeres, hacer notar que su historia también cuenta, que sus vidas son dignas de ser contadas. Un cuento que no cuenta a las mujeres es una historia incompleta.