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Guardas: la ampliación de una historia

Alejandra Quiroz Hernández – 18 de septiembre de 2019

Respecto al libro álbum, no se podrá decir suficiente. En los últimos años se han impulsado iniciativas para mostrar su relevancia no solamente en la formación de lectores sino también en la apreciación estética. Desafortunadamente, persiste una mirada adultocentrista y demasiado intelectual sobre el uso de este tipo de libros. Mantener estos prejuicios impide que niñas y niños, los destinatarios del álbum, logren rodearse de libros estupendos con los que configurar su trayectoria lectora.

Entre los elementos más bellos de este tipo de libros, las guardas a menudo juegan un papel insospechado. Los adultos que prefieren comprar los libros en ediciones de pasta dura, están acostumbrados a mirar las páginas coloridas que unen al cuerpo del libro con las cubiertas. En el álbum ilustrado, hay quienes han visto en ellas oportunidades para comenzar una historia.

Ave viendo dientes de león volar. Ilustración del libro Mientras te espero, de Émilie Vast. Editorial Leetra.

Ilustración de Émilie Vast para Mientras te espero (Leetra, 2016)

Tal es el caso, por ejemplo, de Mientras te espero, de Émilie Vast. Al abril el libro se ve un ave negra mirando las semillas del león que se desprendieron por la boca que soplo en la portada. De inmediato se presenta la historia, que va revelando cambios en el tiempo. Cuando termina el libro, aparece un personaje que ahora sostiene el diente de león en la mano.

Otro ejemplo precioso es el de Se renta departamento, en el que Eva Sánchez Gómez decidió extender la historia de Lea Goldberg con sus ilustraciones. Las guardas del principio tienen a los personajes en distintas ocupaciones domésticas. En el sillón está sentado el ratón que, como se sabrá más adelante, se ha ido de la torre. De hecho, en la portadilla aparece el ratón con su equipaje, casi saliendo del libro. La fábula de Goldberg toma su curso y al finalizar, los inquilinos aparecen nuevamente conviviendo con su nuevo vecino.

Gato cocinando, gallina bañándose, animales domingueando en departamento. Ilustración del libro Se renta departamento, de Lea Goldberg y Eva Sánchez. Editorial Leetra.

Ilustración de Eva Sánchez Gómez para Se renta departamento (Leetra, 2015)

Richard Jones ha ilustrado varios libros a lo largo de su carrera. En ellos encuentra distintas oportunidades para plasmar detalles que definen su estética. En El León Nieve de Jim Helmore, por ejemplo, las guardas parecen un papel tapiz casi geométrico si no fuera por la figura del león. Sin embargo, al abrir La hija de los sueños de Irena Brignull, Jones presenta a la protagonista para después dar inicio a la historia que nos tiene que contar. Antes de cerrar el libro, por si no bastara con las bellas ilustraciones y la preciosa narración, Jones vuelve a mostrarnos a la protagonista pero acompañada por la diversidad innegable del concepto de familia. Una sorpresa encantadora para quien recibe el libro.

En Gato negro, gato blanco, Claire Garralon explora las dificultades de la vida en blanco y negro, situación presente desde la portada y las guardas. Cuando los gatos logran encontrar el lugar definitivo para jugar y convivir, la ilustradora despide la historia con unos destellos en las guardas finales que hacen eco del final.

Cuando las guardas no complementan la historia sino que solamente destacan aspectos del libro, se pueden encontrar aciertos como el de Hanoch Piven en La pluma violeta. En este libro, el autor muestra todos los elementos utilizados en los collages que ilustran la historia de la pluma. El lector puede jugar a identificar los elementos y su destino final en las páginas. De manera similar, las guardas de Antoinette y Gastón ilustrados por Christian Robinson, están diseñadas con un elemento repetido tomado de algún detalle en las cubiertas del libro.

No es forzoso que las guardas cuenten partes de la historia. Sin embargo, lograr integrarlas a la narrativa suele tener resultados magníficos. Contribuye a potenciar la lectura de imágenes y la apreciación estética, tan necesarias como la lectura de la palabra escrita.